Receta de Patacones

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Patacones: crocancia ancestral en la mesa colombiana

¿Puede un simple trozo de plátano convertirse en un ícono de la comida colombiana? Basta con probar un buen patacón para descubrir la respuesta. Ese sonido crujiente al primer bocado, esa textura dorada que abraza sabores intensos, y ese sabor tan nuestro, tan de casa, nos confirman que sí. Los patacones no son un simple acompañamiento: son una declaración de identidad, una muestra de ingenio culinario que ha resistido el paso del tiempo sin perder un gramo de relevancia.

Desde que tengo uso de razón, los patacones han sido parte de mi vida. Los veía servidos en la mesa de mi abuela cada vez que había sudado de pollo, cuando llegaban visitas inesperadas o simplemente cuando el día ameritaba una comida con corazón. Ella decía: “El plátano verde es noble, se deja transformar sin quejarse”. Y qué razón tenía. Porque no hay mejor metáfora para describir a los patacones que esa: una transformación sencilla, pero poderosa.


Una receta que habla con el lenguaje del fuego y la paciencia

Preparar patacones es un acto casi ceremonial. Comienza con la elección del plátano verde: firme, sin madurar, con esa piel aún áspera que promete la textura ideal. Luego se corta en pedazos gruesos y se fríe por primera vez. Pero aquí no termina la historia. Lo que realmente define a un buen patacón es el segundo paso: el aplastado. ¿No es curioso cómo un gesto tan sencillo como presionar un trozo de plátano puede ser tan crucial? Esa presión, hecha con una piedra, una tabla o incluso una prensa especial, le da al patacón su forma final y su textura inconfundible.

Después, vuelve al aceite caliente. Y ahí ocurre la magia. El plátano se dora, se crispa, se convierte en esa rueda dorada que combina perfectamente con carnes, salsas, quesos o incluso sola, con un poco de sal. He conocido personas que nunca han probado un patacón, y al hacerlo por primera vez, se quedan en silencio, con los ojos brillantes. Porque es imposible no rendirse ante su encanto. Porque es imposible no sentir que estás probando un pedazo del alma de la gastronomía de Colombia.


La versatilidad del patacón en la cultura gastronómica colombiana

¿Con qué se come un patacón? Esa pregunta tiene tantas respuestas como regiones tiene Colombia. En la Costa Caribe, por ejemplo, acompaña pescados fritos y ceviches. En el interior del país, aparece como parte de sopas, asados o incluso con guacamole. Y en los hogares, es la solución perfecta para una cena ligera, un almuerzo improvisado o un antojo de media tarde. ¿No te parece increíble cómo un ingrediente tan básico puede asumir tantos roles en la mesa?

En mi cocina, los patacones son protagonistas. No los trato como un extra, sino como una estrella que sabe brillar por sí sola. A veces los sirvo con hogao, otras con queso costeño derretido, y en ocasiones, con carne desmechada encima. Cada versión tiene su encanto, su historia, su sabor particular. Y lo mejor es que todos los que los prueban coinciden en algo: el patacón tiene un poder especial, una capacidad de hacerte sentir en casa, aunque estés a miles de kilómetros. Si tú también quieres saborear esta experiencia, te invito a ver nuestra carta o ponerte en contacto con nosotros para pedirlos recién hechos.


Un sabor que nace de la tierra y se transforma con fuego

Colombia es tierra fértil, abundante, generosa. El plátano crece con facilidad en nuestras regiones cálidas, y desde tiempos precolombinos ha sido parte de nuestra alimentación. Pero convertirlo en patacón no es una invención cualquiera: es el resultado de siglos de experimentación, de amor por la cocina, de respeto por el ingrediente. ¿Sabías que el patacón también es popular en otras culturas del Caribe y Sudamérica? Sin embargo, en nuestra versión hay algo inconfundible: la sazón, el cariño y esa sabiduría transmitida de generación en generación.

Cada vez que frío patacones, recuerdo a mi abuelo. Él los hacía en leña, con un sartén de hierro que ya estaba curtido por los años. Decía que el fuego le daba otro sabor, uno más auténtico, más profundo. Y no se equivocaba. Hoy en día, aunque uso cocina moderna, intento mantener esa esencia: fritar con calma, sin prisas, esperando el punto justo. Porque la comida colombiana no se trata solo de recetas. Se trata de tiempos, de emociones, de encuentros.


¿Patacones para todos los días? ¡Claro que sí!

Muchos piensan que los patacones son un gusto ocasional, un antojo del fin de semana o una entrada especial. Pero en realidad, pueden y deben formar parte del día a día. Son nutritivos, naturales, libres de gluten y perfectos para quienes buscan una dieta equilibrada sin sacrificar sabor. ¿Te has dado cuenta cómo los alimentos más antiguos están volviendo a estar de moda? Pues bien, los patacones están entre ellos. Y con razón.

Además, permiten infinitas combinaciones. En mi casa, a veces los desayuno con huevo y aguacate. Otras veces, los sirvo como base para preparaciones más elaboradas, casi como una tostada colombiana. Incluso he llevado versiones de patacones a ferias internacionales, y siempre sorprenden. Porque sí, son rústicos, pero también sofisticados. Son sencillos, pero también elegantes. Y sobre todo, son auténticos. Y eso, en los tiempos que corren, es un valor incalculable.


Patacones y comunidad: un vínculo que une generaciones

Una de las cosas más lindas que me ha regalado la cocina es la posibilidad de ver cómo la comida une. Y en el caso de los patacones, ese lazo se vuelve aún más visible. ¿Quién no ha participado en una reunión familiar donde alguien propone hacer patacones y, de inmediato, todos se ofrecen a ayudar? Uno pela, otro fríe, otro aplasta. Y entre risas, aceite caliente y cuentos, se construye algo más que una comida: se construye memoria colectiva.

En fiestas patronales, en reuniones de amigos, en las celebraciones más íntimas, los patacones están presentes. No ocupan mucho espacio, pero sí mucho corazón. Porque en el fondo, ¿no es eso lo que buscamos todos? Un bocado que nos reconecte con lo esencial, con nuestras raíces, con quienes somos. Si quieres probar ese sabor que une generaciones, escríbenos. Estaremos encantados de cocinarlo contigo.


Un orgullo nacional que debemos seguir compartiendo

Pocas recetas representan tanto a Colombia como los patacones. No importa si vives en la capital o en una vereda lejana: seguro los conoces, los has comido, los has disfrutado. Son patrimonio informal de nuestra cocina. Y eso nos obliga a preservarlos, a transmitir su receta, a prepararlos con el mismo respeto que se prepara un plato de alta cocina. Porque la tradición también se honra en lo cotidiano.

Como cocinero, siento una responsabilidad: la de enseñar, inspirar, recordar. Y cada vez que le muestro a alguien cómo hacer patacones desde cero, me doy cuenta de que no solo estoy enseñando una receta. Estoy compartiendo una parte de mi historia, de la tuya, de la nuestra. Y si tú quieres seguir explorando esta maravillosa herencia, te invito a visitar este valioso recurso: Wikipedia: Gastronomía de Colombia.


Déjate sorprender por la fuerza crujiente de nuestra cocina

No subestimes el poder de un patacón. Puede parecer pequeño, pero encierra siglos de tradición, toneladas de sabor y una identidad entera. Es más que un bocado: es un símbolo. Un pedazo de Colombia que viaja en platos, que se comparte en mesas, que se recuerda con afecto.


Si nunca los has probado, te invito a hacerlo. Y si ya los conoces, te animo a prepararlos tú mismo, a jugar con sus formas, a explorar sus posibilidades. O mejor aún, ven a disfrutarlos en nuestra cocina. Descubre nuestra carta, elige tu combinación favorita y déjate llevar por esa crocancia que solo los verdaderos patacones colombianos pueden ofrecer. Porque cuando la tradición se sirve caliente y con amor, el resultado es simplemente inolvidable.

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